Juan Pablo de la Rosa Palomares (XXXX, UNAM), Mariana Martínez Valandrano (XXXX, UNAM)

Pareciera que las dinámicas de crecimiento desenfrenadas dentro de las grandes concentraciones urbanas no hacen más que arrasar y destruir todo a su paso, como un mar turbio e inquieto que crece incesante, sometiendo cualquier forma de vida, abriendo paso a paisajes grises y estériles. Sin embargo, esta imagen de las ciudades como espacios áridos es lejana a la realidad. Un sinfín de organismos y hábitats que pasan inadvertidos están creciendo cada vez más en los rincones más inesperados de la urbe, y se han adaptado a los actuales entornos dando lugar a nuevos ecosistemas urbanizados. La naturaleza no está fuera del hombre. Dando esto por hecho, podemos ver cómo a distintas escalas ésta camina buscando habituarse, formando un tejido de interacciones entre lo natural y lo artificial. Entonces observemos, aprendamos de la naturaleza que nos da la respuesta de su propia supervivencia. Hoy en día el hombre es la fuerza terrestre más dominante y sólo a través de la contemplación podremos entender cómo crear las condiciones necesarias para crear hábitats que alojen la vida en todas sus escalas.

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